Wednesday, March 16, 2005

A really long time ago

Aunque pudiésemos desenterrar ese tesoro desde hace largo tiempo sepultado, y aunque pudiese compensar este capricho, este deseo, no conseguiríamos nunca aprender el canto del amor, estamos separados hace demasiado tiempo, que aunque el calendario marca sólo unos días en mi mente ha pasado una eternidad.
Aunque el pasado lleno de pasión, que ha huido, pudiese llamar de nuevo a sus muertos ¿podríamos revivirlo por entero por que merecía ese sufrimiento?
Recuerdo que solíamos encontrarnos en algún pasillo que en tu presencia en un altar se transformaba, tus palabras al viento iban y en una poesía se convertían y mi piel lloraba de emoción al ser tocado por el aire que respirabas.
Y tu voz tenía como un temblor, enteramente igual a la del mirlo, y se partía como se parte en el aire el canto de un ruiseñor.
Y tus ojos eran azules y grises como los de un día lluvioso; pero se encendían como la amatista cuando tu corazón y el mío se acercaban bajo nuestra sombra.
Y tu boca se negaba, largo tiempo, durante largos días, a sonreír, y estallaba en vibrante risa cinco minutos después.
Tenías como siempre, miedo a la tormenta como una flor; y te refugiabas bajo el cobijo de tu propia piel, siempre negando la ayuda de un amigo fiel.
Recuerdo también que no podía alcanzarte, porque nadie te igualaba, llevabas en tus pies, unas maravillosas, radiantes y veloces alas.
Recuerdo perfectamente la estancia en ese edificio al cuál no hubiera querido nunca dejar, en el cuál se escondían los secretos y a tu corazón me dejabas amar.
Sobre tu mano, cuando me dijiste adiós, se transparentaban unas venas azules. En tu voz cuando me dijiste buenos días había un grito enojado. Cuando salí por la puerta del jardín, era demasiado tarde.
Podríamos revivir una vez más aquello, que vale la pena de sufrirlo; ¡si el pasado, lleno de pasión, que ha huido, pudiese volver a llamar a sus muertos!
Pues bien, si es preciso que mi corazón estalle, a causa tuya, estallará en música, estoy seguro. Así estallan los corazones de los poetas.
Pero, una cosa extraña, no sabía yo que el cerebro pudiese contener, en una pequeñísima célula de marfil, el cielo de Dios y el infierno.
No pretendas comprender a este loco que escribe desquiciado sin pensar
No pretendas comprender a este loco que lo único que sabe es amar

0 Comments:

Post a Comment

<< Home